Resultaba dificil mantener la mirada en la ruta y prestar la atención necesaria al camino. El sol descubría formas y tonos de sierras superponiendose entre sí. Los ojos se llenaban de interrogantes y de un aroma lejano, imágenes del pasado o del sueño, no importaba demasiado. Las sierras se deslizaban de uno a otro lado del camino, mostrando fantasías tan reales y cercanas que con solo pensarlas, se hubiera roto el hechizo.
Un acantilado artificial regulaba el paso del agua a las poblaciones rio abajo, del otro lado, ese gigante receptor de volcaderos populares, el "Lago San Roque", que en otro tiempo sirviera como fuente de agua purísma, pero que entre el paso del tiempo y de la gente supieron hacerle honor a ese recipiente gigante al que llaman "embudo" y que se perdió Peter Jackson para su peli del mono interminable.
Lindos dias, el paisaje regado por turistas y decenas de jovenes deambulando con ropas de colores y adornos propicios aguardando el Cosquin moderno.
En la F. U. K. C. de izq. a der. los profesores: Laura, Fabio, Norma, Eu, Miguel, Carlos, Ramona y Sebastian
Tuve la fortuna de poder brindar un curso para la Federación Unica de Karate de Córdoba, gentileza otorgada por su Presidente, el profesor Angel Corzo Vega y de su hijo, el profesor Miguel Corzo Vega, que fue la persona que me recibió en el Dojo que funciona en la Casa de la Cultura de Córdoba.
La buena disposición de los aproximadamente 40 atletas que realizaron el curso hicieron que se pudiera lograr un trabajo exitoso.
Agradezco a todos los presentes, como así también a quienes se acercaron, una vez finalizado el curso, a expresar su agradecimiento y admiración.
El profesor Miguel también se mostró conforme con lo realizado y en conversaciones posteriores manifestó que sería propicio repetir la experiencia con una mayor cantidad de estudiantes.
De mi parte también quedé con ganas de volver a trabajar con ellos, sin dudas es un grupo muy unido que avanza hacia un horizonte claro y venturoso.
Foto de J. C. A. Paesani - Vista desde el Pan de Azucar
4 km de escalada en auto al Pan de Azucar, cincuenta cabras y un manantial entubado al borde del camino. Picada de salame y queso casero.
Sé que en otras circunstancia y años atráa ya había estado en ese mismo lugar, pero la subida en silla voladora era una cuenta pendiente, y allá fuimos. Un ida y vuelta que nos mostró los chichones verdosos entre valles apenas visibles y ciudades que parecían miniaturas moldeables.
El regreso de costumbre al camping, con el agradable sabor de rodar sin rumbo por la noche, descubriendo en cada esquina o curva el camino a desandar.
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